martes, 9 de marzo de 2010

Diario de Viaje 1. Europa 2006



Paguí, Fgans!
Hoy me desperté temprano, me bañé, le sonreí a la vida y me dije: ¡Qué bonito día, vamos a revisar papeles viejos! Como es bien sabido, el ser humano fascina de esa extraña tendencia para malgastar el tiempo, flojear en el trabajo, flojear en la escuela, flojear mientras flojea, etc. Curiosamente, y sí, incluyo a todo el género humano, esto le pasa a cualquiera, a mí que no me cuenten. Como decía, curiosamente los domingos una extraña batería marca Conejo se nos incrusta en la espina dorsal y nos ponemos a adelantar trabajo, tarea, proyectos, etc.
Pues bien, yo hoy me levanté con la pila bien puesta y sabiendo perfectamente que tengo que trabajar en cosas de la escuela, hacer reseñas, leer y más leer, me decidí, cómo no, a checar papeles viejos. Estoy consciente de que no es presumible mi actitud ante la vida, pero qué le voy a hacer. En fin, de los papeles viejos que tengo en el cajón de mi buró salieron varias chuladas que guardo desde el Pleistoceno: comprobantes del cajero automático (pero ninguna ficha de depósito), cartitas de amigos de la secundaria con el típico “nunca cambies, vales mil”, dibujos que alguna vez hice, dos paletas de manita que te dice tu futuro (se ven buenas, pero prefiero morir por otras razones) y varias libretas.
Entre las libretas, o cuadernos, abundaban las escolares, llenas de dibujos y escasas en apuntes; pero también encontré las de dibujo y creación literaria incipiente. Mis dibujos, sin presumir, son bastante decentes; mis fabulosas “creaciones” son para llorar. Finalmente encontré mi diario de viaje a Europa, que según yo estaría llena de lindos recuerdos y comentarios literarios al elevado estilo de Sergio Pitol, pero lo que encontré era ilegible, parecía escrito por Pablo Mármol, lacrimoso en resumen.
Para no extenderme más de lo necesario, que ya tengo tres párrafos con información no muy “luminosa” que digamos, anexo a continuación mi trabajo de “autopaleografía”, editado y aumentado, del capítulo correspondiente al viaje a Paris. A la una, a las dos y a las tres, comenzamos:

29 de diciembre de 2005
1. Despedida, nervios y tomar el vuelo a México D.F.
(borrrrrrring, ni debería de transcribirlo, pero es todo o nada)
Hoy salgo a Europa a estudiar alemán, hoy tomo mi vuelo con rumbo a París, donde pasaré año nuevo en la más cómoda de las soledades antes de ir a Colonia. Espero que todo salga como lo planeé, sin contratiempos. Durante la mañana y la tarde me la pasé totalmente estresado, lleno de expectativas, pero gracias a Dios sin nervios.
A casa fueron algunos de mis mejores amigos: Jesús y Santos, los amigos más viejos que tengo, y César y Christi, una pareja que conocí hace poco a quienes les agradezco estar conmigo ahora. También fue mi séquito obligatorio de mujeres guapas y sexys: Mi Tía Rocío, mi prima Rocío (alias La Tuti) y mi madre (bueno, ella ya estaba en la casa, ahí vive).
De toda la caravana César y Christi no pudieron acompañarme al aeropuerto. Ya en el “Internacional Miguel Hidalgo de Guadalajara” comimos en un restaurante que según Tuti estaba bastante decente. A mí todo me sabe a grasa, hasta el refresco me sabe a grasa, el aire los siento cargado de lípidos y eso que comí ensalada. Hasta entonces pude reconocer los nervios actuando sobre mi neurosis genéticamente heredada.
A la hora de partir, justo en la puerta de control y donde media humanidad veía mi amateuridad aeroportuaria, Jesús no pudo resistir hacer gala de su homosexualidad reprimida y ganas de humillación pública, sumado a la frase “para que no me olvides” con una sonrisa de esas ojetes pero con cariño, y me regaló una rosa que tengo en mi mochila. Efectivamente no lo olvidaré… El día que lo acompañe a tomar algún vuelo le llevaré un streeper negro llamado Filipo.
Bueno, pues los vi por última vez, me animé y pasé el portal a lo desconocido.
P.d.- Para comenzar bien el tripp fui detenido unos minutos por portar tres navajas, para sacar punta a los lápices, en la mochila. Obvio me empezó a saltar la vena de la frente.
29 de diciembre de 2005
2.- Vuelo Guadalajara-México
(like an idiot!)
Ahora sí puedo hacer gala de mi ignorancia y traumas infantiles. Dado que no tomo aviones muy seguido, de hecho muy raras veces… ok. este es el tercero; me sentí como un Cromañón recién despertado. Les juro que no me pagaron, ¡pero decir que Aeroméxico es lo más cómodo de lo cómodo es tan cierto como que el sexenio de Fox acabará con crisis!
Vino tinto (dos veces), botana (de la buena [me siento en verdad salido de alguna comedia gringa dominguera]), buen servicio, un documental sobre… ¡algo! Y todo para el viaje más exprés de mi vida. Definitivamente lo bueno es efímero.

29 de diciembre de 2005
3.- Aeropuerto Internacional Benito Juárez, México D.F.
(¡deuda saldada!)
Estoy esperando mi avión, me duelen las nalgas, todo es muy caro y, sobre todo, estoy comprobando por qué la gente viaja en ropa deportiva, venir tan “bien vestido” sólo me convierte en un personaje de los chistes de Polo Polo.
Llegué a la sala tres del aeropuerto, mi próximo vuelo salía en veinte minutos de la sala veintiuno. Como pude corrí, casi aventando niños, subí y bajé escaleras para evadir gente, sudé como si el invierno defeño fuera en verdad un bochorno acapulqueño, corrí y corrí. Ahí estaba la sala diecinueve, ahí la veinte, ahí la veinte cuatro, la veinticinco. Vamos pa’ atrás, la veinticuatro, la veintitrés, la veintidós y finalmente la veintiuno. Ver ese número fue pseudoorgásmico.
¡Sorprise! Como si me hubieran regalado unos tirantes rosa en navidad me sentí al enterarme que el bendito vuelo tenía dos horas de retraso ¿Por qué, oh, santo Cristo de la Borbolla!
Me instalé en el area de fumadores, media hora después comencé a platicar con un italiano, luego llegó una chava, luego dos franceses, luego todos menos el italiano se fueron, después yo fui al baño y ya no había con quien platicar, me fumé otro cigarro, llegó el avión de Air France, salieron los pasajeros, me senté en el piso y aquí estoy, aún en México.

29 de diciembre de 2005
4.-Le voyash, le voyash an ErFrans.
(ahora sí nene, a volar pal’ viejo mundo)
Solamente tres horas y media tarde abordé el avión. Como soy claustrofóbico me tomé tres tabletas de Drmamamine cuyo efecto dura como diez horas, si el vuelo es de 9 creo que será suficiente. En mi lindo asiento con ventana miraba las luces de la pista cuando fui perturbado por una azafata que me preguntó en un francés como de Francia algo; tras ver mi cara de Pagdón, ye ne comprad pa? me dice en un español triste y desgraciado:
—Dizculpé, pego ay una familiá que no está juntá y quizierá saber si no fuega problematicó el que le ofrezieramos otgo aziento a usted.
Después de asimilar un poco el zezeo abejórrico que tenía la nena acepté tranquilamente ceder mi lugar, supongo que si viajara con mi familia eso me agradaría, bueno, eso supongo. Llegué a mi otro asiento, ahora del lado del pasillo. Pero no podía faltar la vecina amena tepiteña fanática de lanzar indirectas:
—Eske m’hijo stá ásta’yá, relejos, ps’ porque no encontramos lugares juntos, eda…
—No se preocupe señora, yo le cambio— dije con una sonrisa llena de sinceridad. Me quería alejar de ella.
Quiero aclarar que no hemos despegado. Ya tengo lugar y el aparato está moviéndose.

Durante el vuelo he estado leyendo Eva Luna de Isabel Allende, ya comí, he ingerido más bebidas alcohólicas “gratis”, he leído algunos cuentos de Oscar Wilde, me he entretenido con la pantallita que me informa en qué milímetro del globo me encuentro (ahora mi trasero sobrevuela Nueva York ¡y sin visa!), he visto película y media en francés y sin subtítulos. Ahora es hora de dormir.

Tengo dos horas sin poder pegar las pestañas: hace dos horas salió el sol y nos iluminó con su sonrisa de telelubie, pero parece que todo el mundo aquí se puso de acuerdo para dormir y cerraron sus ventanas. Esto se ha convertido en un largo tubo metálico sin salida, todo a chingomil pies de altura. Esto es demasiado, incluso para el Dramamine.

Finalmente estábamos sobre París y una voz angelical anunció gloriosamente en un momento cargado de felicidad:
—Señoges pasajegoz, les piedimoz que avgoshen zuz zintugones para el ateggizaje en el aeropuegto Sharls de Gol, en Paguís.
Escasos diez minutos después escuché:
—No pudimos ateggizag por que ay una togmenta de ñeve, tgatagemos de ategguizar nuevamente.
Segundo intento que también fue fallido. Ya me estaba acostumbrando a este tipo de inconvenientes. Pero ahí no termina la cosa, la voz del capital Jean-Philip de Couzé (o algo así) nos anunció que “tgataguiamóz de ategguízar en el aeropuegto de Ogly”. Intento que cumpliría con las características de los otros dos.
Después de sobrevolar París durante veinte minutos nos dirigimos a Brest pues el clima estaba mejor del otro lado de Francia. 45 minutos más de vuelo y, como si nada, habíamos aterrizado.
El problema aquí fue, pues algo obviamente iba a surgir, que no podíamos bajar del avión pues la terminal estaba llena por otros vuelos desviados. Para terminarla de fregar ya no había comida en el avión.
¿Es notorio que el efecto del Dramamine ya pasó?
¿Ya comenté que soy fumador?
¿Queda claro que no hablo buen francés y el español de aquí es malo?
Si ya dije todo esto y sumamos mi neurosis hereditaria 100% Velasco, sólo me queda decir que cuando me estreso me da un hambre de los mil demonios.

Transcurridas sólo cinco horas de espera en esas circunstancias y después de haber conocido a media lista de pasajeros, fundar un club de fumadores frustrados y haberme enamorado de la azafata más bella que los cielos hayan conocido; aterrizamos en París el 31 de diciembre de 2005.
El avión parecía la porra del Real Madrid cuando nos dejaron bajar, yo por mi parte estaba terriblemente indignado, me han robado muchas cosas en mi vida, pero jamás me habían quitado un día. Yo no viví el 30 de diciembre de ese año.
Pues bien, ahora sigue lo mero bueno: Llegar a mi hostal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario